lunes, 18 de marzo de 2013

Maia. (1)

Hola. Me llamo Maia, o.. Bueno, al menos es así como me llamaba la niña que años atrás jugaba conmigo. Mi nombre real es algo más impronunciable... En el fondo el real es ''Maia'', ya que un nombre solo tenía sentido en cuanto fuese pronunciado por sus labios, los de Anna, los de la niña de tirabuzones rojizos y la piel blanca.
Soy una muñeca, bastante hermosa según dicen, nací hace muchos años, el mismo día que la niña que jugaría conmigo durante años. Vivía en una casa enorme con mis compañeras, siempre hermosa e imperecedera... Como Dorian Gray, una de las historias preferidas de Anna. Soy de esas con los ojos verdes, el pelo igual que el de su dueña, minúsculas pequitas pintadas, y delicados vestidos de niña de otra época. Por el día me encaba tomar el té con mi amada hermana pero ahora... Ahora todo aquello ha quedado atrás y cada día que paso en esta oscura casa, deshabitada y sola, mis ojos quedan más cubiertos por el polvo de las estanterías y las horas de espera.
En el fondo ya he perdido la cuenta de los días que hace que no veo a Anna, pues en esta habitación no existen Sol ni Luna que me indiquen el paso del tiempo... La madera cruje y las contraventanas están bien cerradas, mientras que la humedad y el frío estropean mi piel de porcelana desgastada. Antes salía todos los días a jugar con la hierba, a luchar con hadas y dragones, y a enfrentarme a los niños malos con espadas que secuestraban a mi amada, pero de eso, hace ya años y años, y mi vida está tocando a su fin.
Eso siempre que no sea realmente como Dorian Grey, y mi belleza siga intacta siglos después de que llegase la hora de arrugarse y encogerse.
Sé que sucederá algún día, se que seré olvidada del todo muy pronto... Y por ello debo contaros todos los mundos que exploré junto a Anna, la niña de mis ojos. He de hablaros de nuestras amigas, las hadas, de los dragones contra los que luchamos, de las noches sin estrellas en las que leíamos historias de princesas, y de los príncipes encantadores a los que salvábamos siempre de sus malvadas madres.
Pero antes, deberéis entender quién es ella, Anna, mi amada Anna.
La primera que la vi apenas había abierto los ojos, y ella estaba envuelta en una nube de telas blancas, con las mejillas sonrosadas apoyada sobre el pecho de su madre. Yo tampoco tenía los ojos muy abiertos, pues apenas habían terminado de dotarme de ellos unas horas antes. Creció a mi lado, desde un hermoso bebé en la cuna, hasta la nínfula en la que pronto se convirtió... no se os habrá pasado por alto que hablo de ella como ''mi amada'', bien, pues esto es tan fácil de explicar como el hecho de que yo, Maia, estaba y estoy absolutamente enamorada por ella. Lo estuve desde el mismo momento en que tuvo la capacidad de mirar, con esos ojos azul intenso, a una muñeca hasta enamorarla... estaba enamorada de una nínfula antes siquiera de que esta fuese capaz de hablar, me enamoré en el mismo instante en que un brillo de picardía surcó su rostro un instante, casi imperceptible a los ojos humanos pero bien visible para nosotras, las muñecas, dotadas de vida solo gracias a nuestras dueñas.
Anna era el ser más hermoso que jamás haya visto. Se movía con la calidez de una mujer adulta, hablaba con la inocencia de un niño, y miraba con la sabiduría de una anciana. Femenina hasta la última célula de su ser, sabía bien como encandilar a cualquier humano, ya fuese una persona mayor o un niño de su edad, siempre dispuesta a mostrar su mejor sonrisa. Su pelo era del color de la madera oscura barnizada,  dependiendo de la luz era castaño oscuro o se volvía rojizo, como las cerezas de ese tono tan oscuro, esas que son las más dulces de la cesta. Era justo ese, el color de su pelo.
Anna es mi pequeña amada, mi nínfula, mi creadora. Por ella maté monstruos, luché contra gigantes, y domestiqué Dioses del Olimpo. Juntas pasamos miles de aventuras, éramos unas heroínas hermosas y felices, valientes como nadie más había, creando día tras día nuevos mundos y universos en los que batallar guerras y jugarnos la vida.
El problema para los seres como yo es que todos esos mundos son reales, pues nosotras nacimos también de ellos. Aunque nadie lo crea nosotras luchamos de verdad, nos enamoramos de los príncipes que comparten mesita de té con nosotras, y nos dormimos con los cuentos que nuestras dueñas nos leen. Me explico, todos esos peligros yo los superé de manera tan real como tú estás leyendo estas líneas ahora... y por eso quiero contar todas esas aventuras que viví junto a Anna, todas esas batallas ganadas y todos esas bestias domesticadas solo para ella.

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